Isaac Grober *
En los recientes comicios para la jefatura de gobierno en la Ciudad de Buenos Aires, el desprecio por la acción unitaria estuvo abonado por enfrentamientos personales o poniendo en primer plano limitaciones y torpezas políticas del oficialismo por encima de la necesidad de fijar una línea de confrontación contra el enemigo principal.
Quienes aspiran a transformar el mundo con el sentido de la tesis 11 de Marx, tienen dos reglas básicas que en la práctica política nunca deberían perderse de vista: ajustar el movimiento táctico sin desligarlo del objetivo estratégico y en los enfrentamientos, tener siempre apuntada la artillería contra el enemigo principal..
Son dos reglas de oro – que hasta se las puede ver como partes inseparables de una única – que casi sistemáticamente han sido dejadas de lado por los partidos y organizaciones de izquierda y más ampliamente por el movimiento democrático y popular
Es un olvido que ya costó y cuesta mucha sangre y retrocesos sociales, aquí y en el resto del mundo y que aparentemente se lo termina de reconocer “a posteriori” del cómputo de las desgracias, claro que con la consabida y tradicional vocación autocrítica pero que pareciera no evitar que más adelante , ante otras circunstancias, se vuelva a reiterar la experiencia con los mismos resultados.
Un buen testimonio de ello son, en la Argentina de hoy, los recientes comicios para la designación de la jefatura de gobierno en la Ciudad de Buenos Aires, en la que el desprecio por la acción unitaria estuvo abonada hasta por enfrentamientos personales o poniendo en primer plano limitaciones y torpezas políticas del oficialismo por encima de la necesidad de fijar una línea de confrontación en contra del enemigo principal. De esto ni se salvaron – salvo una que otra excepción – ni los sectores más progresistas del kischnerismo para quienes el mayor logro era el premio por apostar a place.
Dejando de lado en este reclamo a aquellos convencidos con el “cuanto peor mejor” y que para la derecha vernácula es “la izquierda” (aunque siempre han sido y son funcionales a la derecha), resulta hasta incomprensible que en las actuales circunstancias de Argentina y de América Latina, ciertos sectores del movimiento democrático y popular se hayan querido diferenciar haciendo rancho aparte o se pronunciaran por el voto en blanco, por la libertad de acción o porque gane la oposición (omitiendo que es la derecha, el neoliberalismo el que se capitaliza como oposición). Siguiendo esta línea política parece que les es indiferente quien gane, total … en el fondo, todos son iguales . Y estas tácticas se plantean en momentos en que el neoliberalismo – expresión del capitalismo actual a escala mundial – viene sufriendo grandes derrotas ideológicas y políticas, en particular en nuestro país, a punto tal que hoy carece de organización nacional, está obligado a esconder su discurso y ni tiene líderes presentables a los ojos de la opinión pública, por lo menos hasta que Macri quedó encumbrado.
Cuando es evidente que a modo de reacción el neoliberalismo está urgido de una cabeza de playa para tratar de escalar hacia la recuperación del aparato estatal nacional ¿ daba lo mismo quien se gane la cucarda de jefe de gobierno de la ciudad?. Ahora que ganó Macri ¿el movimiento popular enfrentará mejores o peores condiciones en la lucha por la justicia social, por profundizar los lazos con los gobiernos progresistas de América Latina, por impedir que se nos imponga un ALCA y/u otros tratados de libre comercio por el estilo, por evitar aislar a la Venezuela Bolivariana y a la Bolivia de Evo, por construir un MERCOSUR más autónomo e integrado o un estado con mayor peso en su papel de regulador social? Con los actuales aires triunfalistas del neoliberalismo ¿será más fácil o más difícil continuar la lucha por exhumar la verdad y la justicia y castigar a los genocidas o poder seguir desplegando la lucha popular sin el temor a una represión con armamento de fuego? ¿ Son éstas conquistas ya consolidadas para el movimiento popular o ahora que el neoliberalismo ganó la ciudad de Buenos Aires, vamos a tener que remar para mantener lo conquistado o dentro de cierto tiempo tendremos que volver a empezar desde más abajo para recuperar lo que ya teníamos?
Y a todo esto, como aspecto capital, con aquellas definiciones tácticas en lo electoral ¿cuál es el rédito para el proceso de construcción de poder popular?
Está claro que el resultado de las elecciones en la Capital Federal no necesariamente definirá el perfil nacional , pero pesa política, económica e ideológicamente. A la derecha le sirve para crear clima. Vaya de muestra el discurso de Luciano Miguens , Presidente de la Sociedad Rural , en la reciente exposición palermitana donde más allá de los esperables reclamos reivindicativos sectoriales imbuidos de un incontrastable tufillo neoliberal, se despachó con un insólito llamado – por su condición de dirigente gremial empresario – a votar en octubre en contra del Kirschnerismo usando para ello una tribuna de repercusión nacional e internacional. Manifestación casi golpista.
O también las homilías del benemérito cardenal Bergoglio, maldiciendo las “ maldiciones contra las experiencias del pasado” y el uso de la “dádiva y el clientelismo” causantes del “menoscabo a la dignidad humana” .¡ Nada menos que el Jefe de la Iglesia argentina hablando en contra de la dádiva y del clientelismo! Válgame Dios!!!
¿Habrá que recordarle al Cardenal la existencia de los Von Wernich y de los millones de argentinos que se debaten en la indigencia hija de ese maldito pasado para poder humildemente sentir y hablar de dignidad ?
Pero en fin. Dios los cría y ellos se juntan y no de casualidad y tanto más cuando el movimiento democrático y popular actúa disperso y con un diluido imaginario del enemigo principal, a punto tal que a una semana de cerrada la muestra ferial de Palermo y del discurso de Bergoglio (fecha en la que se han escrito estas líneas) no se ha leído ni escuchado una palabra de censura que proviniera de las organizaciones sociales y políticas del movimiento popular.
Para concluir. Aquí de lo que se trata no es de kischnerismo sí o de kischnerismo no, ni de aferrarse al posibilismo, sino de cómo forjar un camino de construcción de poder en dirección a ir cambiando la relación de fuerzas en favor de un proceso que haga posible una Argentina con autonomía nacional, justicia social y democracia participativa.
(*) Contador Público y Magíster en Economía
Miembro del Consejo Editorial de Tesis 11