Dossier sobre el proyecto de Ley de Educación Nacional (artículo 1 de 3)
Hugo Yasky*
Hemos iniciado un proceso participativo que debe ir encontrando espacios de debate para construir una propuesta educativa que sea la de los trabajadores, no solamente la de los docentes.
Hemos iniciado un proceso participativo que debe ir encontrando espacios de debate para construir una propuesta educativa que sea la de los trabajadores, no solamente la de los docentes. Es decir nosotros no queremos participar en este proceso de construcción de una propuesta que tenga el contenido y la orientación política de una nueva ley solamente como representantes del sector docente.
En la década del 90 los docentes fuimos amordazados, fuimos proscriptos. Nuestra palabra estaba prohibida. Se hizo una transformación educativa. Mejor dicho se hizo una reforma educativa, porque es distinto transformar que reformar. Puede haber reformas que se determinan en el papel, en lo jurídico institucional, puede haber gobiernos, como los hubo en su momento, gobiernos militares o gobiernos como el de Menem, que de manera autoritaria, decreten reformas. Esto no quiere decir que sean transformaciones reales que modifiquen para bien las prácticas educativas o las impregnen de nuevos sentidos.
Y esto nos enfrenta a una contradicción. Tenemos que reclamar como trabajadores/as de la educación el derecho a participar activamente en la definición de las políticas educativas, pero también tenemos que asumir que esas políticas educativas van a contener una orientación progresista en la medida en que estén siendo parte de una disputa mayor, la disputa de la clase trabajadora por la distribución de la riqueza.
Por supuesto los sectores neoconservadores de todos los países de América Latina restringieron el acceso al conocimiento y a la educación de los sectores populares, como una forma de dominación. Está claro que no hay una dominación económica que no comience por una dominación y un sometimiento de índole cultural. José Martí en una máxima que todavía los cubanos utilizan en los congresos pedagógicos, decía: “Ser cultos para ser libres”.
El conocimiento es una herramienta fundamental en la disputa por mayores niveles de justicia, de democracia, de autonomía, de respeto de los derechos humanos. En esa disputa nosotros tenemos que tomar partido y lo tenemos que hacer no solamente como parte de un gremio, el de los educadores, sino como parte de una clase, la de los trabajadores.
Nosotros tuvimos un dirigente que fue el que más claramente expresó un nivel de conciencia que pugnaba por tomar cuerpo y que se llamó Isauro Arancibia, y no casualmente fue una de las primeras víctimas de la dictadura militar, junto con su hermano Arturo. Fue acribillado a balazos, el mismo 24 de marzo, en una habitación que ocupaba en la parte de atrás del sindicato. Francisco Isauro Arancibia decía que el verdadero maestro es aquel que se compromete con la causa de la democracia, de la justicia social y de la autodeterminación de los pueblos. Esto lo decía en el año 1972, cuando todavía nosotros, los docentes de todo el país, discutíamos si éramos confederación de docentes o confederación de trabajadores de la educación.
Tenemos que profundizar ese surco que fue marcando el pensamiento de Isauro, y que está en la Declaración de Principios de la CTERA, cuando claramente se define el compromiso que debe existir en la lucha por la Escuela Pública, con la lucha también por el sentido de la educación.
En este proceso de debate para llegar a una Ley Nacional de Educación, tenemos una oportunidad histórica que es volver a recuperar el espíritu que le dio sustancia a la Ley 1420. Pero, por supuesto, proyectado en los tiempos que estamos viviendo ahora. No ya como la expresión de un país pensado por lo que eran los grupos dominantes de entonces, sino como expresión de los sectores populares que estamos tratando de construir un camino distinto. Por supuesto hay cuestiones que no vamos a inventar porque son construcciones históricas, forman parte del debate que estamos dando. Es decir, hay determinados elementos: Estado y mercado, derecho o mercancía, público o privado, popular o elitista, que están en contradicción. Cada uno de esos términos define un modelo de educación, expresa correlaciones de fuerza del campo popular y una etapa de la lucha cultural.
En la década del 90 se inicia el proceso de la reforma menemista, que en realidad no fue menemista: era la reforma que respondía a una matriz, a un patrón, que era el Banco Mundial, que a su vez actuaba como brazo ejecutor, en el terreno educativo, de las políticas del Fondo Monetario Internacional.
A comienzos de esa década hubo una ley tan nociva como la Ley Federal de Educación; la Ley de Transferencia de los servicios educativos de la Nación a las provincias. Esa norma estableció una suerte de ley de mercado sobre el sistema educativo. Porque si se establece por ley que cada provincia se va a hacer cargo con sus propios recursos de pagar los salarios docentes, de construir escuelas y de equiparlas, se está estableciendo a partir de ahí, institucionalmente, por ley, la desigualdad. Que es lo que el neoliberalismo planteó siempre en términos filosóficos como el factor de desarrollo de la humanidad. Ellos dicen: la desigualdad es el motor que mueve a los individuos. Por supuesto, a los individuos, no a los pueblos. Porque el individuo que se considera desigual lucha para abrirse paso, y si es fuerte, avanza, sobrevive; una especie de traslado del darwinismo a lo social.
En esa época, un periodista de Ámbito Financiero, publicó tres editoriales, en los que planteaba que la ideología de la Escuela Pública, la ideología de los docentes argentinos, estaba impregnada de la construcción histórica que había hecho la CTERA. Había que reconvertir esa ideología, porque el mercado necesitaba “tigres” para que pudieran sobrevivir en él y no una Escuela Pública que reproduce individuos adocenados”, sin espíritu competitivo.
Hay distintos planos de la discusión. Uno tiene que ver con la necesidad de ratificar la educación como un derecho social, formulación que tiene que ver con una discusión de los tiempos que estamos viviendo. Hoy tenemos una realidad contradictoria. Mientras el neoliberalismo en su estado puro, es decir en el manejo de las relaciones de fuerza en la economía, sigue intacto, hay un fuerte cuestionamiento en el imaginario social, en la conciencia popular a ese mundo que propone el neoliberalismo. Creo que ésta es una gran contradicción. Hace diez años, cuando nosotros criticábamos la reforma educativa, éramos tildados de corporativistas, refractarios a los cambios, que defendíamos a los docentes que se negaban a capacitarse y que nos aferrábamos a la vieja orilla del mundo y no nos resignábamos a la idea de que había llegado la hora de eyectarse al primer mundo. Hoy ese discurso está interpelado por la mayoría de nuestro pueblo. Creo que hay una conciencia creciente, y tiene que ver con la crisis del 2001, de que nosotros pertenecemos a un lugar del mundo que se llama Latinoamérica. Creo que hay conciencia que pertenecemos a una región que está pugnando por encontrar su propio camino y su propia identidad.
Esta ley tiene que consagrar que la educación es un derecho social. Y que el garante indelegable de ese derecho social, es el Estado. No es verdad la contradicción entre si el agente es la familia o es el Estado. Porque la contradicción real es entre el Estado y el mercado. Si el Estado no está, no es que está la familia, está el mercado. Esto es lo primero que nosotros tenemos que definir con absoluta claridad.
El segundo tema que deviene de esto es que no podemos considerar, bajo ningún aspecto, la educación como una mercancía. Esto lleva a dos temas. Uno, definir claramente que la cuestión de los subsidios debe definirse sólo por una necesidad de tipo social. Cualquier tipo de subsidio que sea para sostener empresas de lucro, de cualquier característica, nosotros entendemos que tiene que desaparecer. Otro punto que para nosotros es clave, es plantear en esta ley que la educación no puede formar parte de ningún tratado de libre comercio. Ya hay firmado un compromiso entre los Ministros de Educación de Brasil y Argentina, con las confederaciones de los trabajadores de la educación, CNTE y CTERA respectivamente, pero necesitamos un paso más y es que esto figure en la ley.
El otro tema que consideramos fundamental es definir el sentido de la Escuela Pública. No se define únicamente una escuela como pública por ser estatal. Tenemos un ejemplo muy reciente y muy cercano: Chile. En Chile subsidian a las escuelas. Pero las subsidian a través de un mecanismo que las convierte a todas ellas en microempresas. Es decir, la escuela misma funciona con las leyes del mercado.
La otra gran discusión es el sentido de la educación. Tenemos que disputar por una escuela que construya solidaridad, derechos humanos, valores de justicia social, sobre la base de integrar una sociedad en la que desaparezcan las abismales diferencias sociales que existen en este momento. Y esa tiene que ser una disputa que también debe ser parte de la discusión de la ley. No creemos que cambia la distribución de la riqueza porque tengamos más y mejor educación, pero sí creemos que a través de la educación construimos mejores condiciones para avanzar y lograr condiciones culturales para ir dando pasos hacia ese objetivo.
Si tenemos educadores formados para educar en la resignación, evidentemente vamos a reproducir hasta el infinito el abatimiento frente a la injusticia. Si logramos una escuela pública donde se discutan derechos humanos, derechos sociales, donde se discuta la realidad y se erradique el autoritarismo, una escuela donde los pibes se puedan organizar. Si tenemos protagonismo desde abajo, si convertimos cada escuela en una especie de tregua donde lo social se expresa constantemente y le da sentido a la palabra del docente y le da sentido a la palabra de los pibes, evidentemente vamos a estar construyendo mejores condiciones para esa disputa cultural.
Es decir, si lográramos llegar hacer intolerable el hambre de nuestros semejantes, si lográsemos hacer que por cada uno que haya, con hambre, haya cien en espíritu de rebeldía, en este plano de la disputa, evidentemente, estaríamos generando las condiciones para un flujo de transformación también en el plano material. Y ese es el papel que tiene que cumplir la escuela.
*Hugo Yasky, Secretario General de CETERA