Carlos Fazio*
Estados Unidos está aplicando un nuevo nivel de guerra de cuarta generación contra Venezuela, cuyo objetivo principal es fracturar y dividir a las fuerzas armadas y desconfigurar o desnaturalizar al actual Estado-nación mediante la generación de acciones de sabotaje y desestabilización caótica, así como de una violencia fratricida que, a través de una ofensiva mediática de saturación, permita fabricar la imagen del gobierno legítimo de Nicolás Maduro como “represor”.
Al participar en el foro La conjura mediática contra Venezuela, realizado en el teatro Teresa Carreño en esta capital, el jefe del Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, general Vladimir Padrino López, dijo que la nueva fase de esa guerra asimétrica es acompañada por un conjunto de medios de difusión masiva, nacionales e internacionales, que se han convertido en instrumentos del Pentágono para intentar cambiar “conductas en masas” a través de acciones encubiertas y de propaganda blanca, gris y negra, según los cánones de las operaciones sicológicas.
Dado que desde 1998 hasta el presente todas las otras formas de guerra aplicadas por Estados Unidos contra Venezuela fracasaron, el Pentágono ensaya hoy una nueva fase de agresión bélica encubierta con eje en la desnaturalización del Estado-nación, lo que incluye la utilización de una “quinta columna” y elementos “no estatales” y “no militares” contra las fuerzas armadas y el Estado. El alto mando castrense alertó que el objetivo es minar la soberanía del país con acciones de desestabilización, creando descontento en las masas populares y generando un ambiente de zozobra y confusión, acompañado por un ambiente de guerra económica, que incluye la especulación y el desabastecimiento de productos de primera necesidad, en particular alimentos y medicinas.
La guerra asimétrica o conflicto de cuarta generación aprovecha la disparidad entre las partes contendientes para obtener ventajas y, contra lo que predican expertos estadunidenses como el coronel (retirado) Max G. Manwarin, del Pentágono, en el caso de marras es una metodología empleada por el fuerte (Estados Unidos, la superpotencia militar mundial) contra el débil (Venezuela). Se trata de una guerra sin reglas, sin prohibiciones, sin campo de batalla, mediante la cual Washington busca elevar al máximo las ventajas propias con base en su superioridad tecnológica, explotando las vulnerabilidades de su oponente.
Desde el fracasado golpe de Estado de 2002 contra el presidente constitucional Hugo Chávez, la Casa Blanca ha venido ensayando sin éxito distintas modalidades bélicas, como la guerra de baja intensidad, el “golpe suave” −propio de las llamadas “revoluciones de colores” de comienzos del siglo XXI en Serbia, Ucrania y Georgia−, la guerra mediática y la guerra cultural y educativa (campo de acción que abarca la infiltración y penetración de las universidades y las industrias del cine, arte, bellas artes y artes visuales), hasta la guerra cibernética.
La combinación de todas esas modalidades, incluidas las acciones militares directas o encubiertas, la guerra sicológica, la acción cívica, el control de población, la guerra sucia, el paramilitarismo y el mercenarismo, podría ser ubicada bajo la concepción de la “dominación de espectro completo”, noción diseñada por el Pentágono antes del 11 de septiembre de 2011, que incluye una política combinada donde lo militar, lo político, lo económico, lo mediático y lo cultural-educativo tienen objetivos comunes y complementarios.
Pero debido a que las actuales guerras del Pentágono son contra “enemigos irregulares” o “asimétricos”, no contra ejércitos profesionales, los manuales incluyen una serie de tareas “no militares”. Otros aspectos claves de esa guerra integral son las labores de inteligencia y el análisis y aprendizaje de la sociedad, su forma de gobierno, las instituciones, las fuerzas coercitivas del Estado, la cultura, el lenguaje, los valores, las creencias de la población, para lo cual se recurre a expertos en antropología, economía y ciencias políticas, quienes juegan un papel importante en lo que técnicamente se conoce como “preparación de inteligencia del campo de batalla”.
Un aspecto clave tiene que ver con la percepción. Como señala un manual del Pentágono, “las guerras modernas tienen lugar en espacios más allá de simplemente los elementos físicos del campo de batalla. Uno de los más importantes son los medios, en los cuales (…) la ‘batalla de la narrativa’ ocurrirá. Nuestros enemigos han reconocido que la percepción es tan importante para su éxito como el evento mismo. (…) Al final del día, la percepción de qué ocurrió importa más que lo que pasó realmente”.
La anterior tiene que ver con la información, con los medios, los periodistas y las redes virtuales. En febrero-marzo pasado las redes sociales fueron un campo de batalla de la guerra cibernética del Pentágono. Como señaló en el foro Rosa Miriam Elizalde, todo internauta, millones de ciudadanos en el orbe, son hoy blanco fácil de los drones, los dispositivos satelitales y toda la red de vigilancia, mentira y muerte desplegada por Washington.
A la conjura mediática, pues, se suma la guerra cibernética, que incluye las nuevas tecnologías −la telefonía en particular− para la difusión de contenidos, imágenes trucadas y noticias falsas. Al respecto, el director de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel), William Castillo, advirtió que la aprobación de una ley por el Congreso de EU legalizaría una guerra cibernética contra Venezuela, misma de la que podrían derivar invasiones del espacio radioelectrónico a través de instalaciones y la utilización de posibles bases de distribución de señales radioeléctricas de alta potencia en zonas fronterizas con Colombia y desde el Caribe. También es posible el uso de aviones no tripulados que actúen como una antena al igual que han hecho, por ejemplo, en Irak, dijo Castillo.
*Carlos Fazio, periodista, analista internacional del diario La Jornada, de México.
Fuente: La Jornada, 9/06/14