ADRIÁN BERARDI *
Voces silenciadas
Hoy la Argentina vive un momento donde se pone en discusión el país que tenemos o el que podemos tener, para esto es necesario que todos los sectores de la sociedad tengan el espacio para plantear sus
inquietudes, problemas y propuestas; ¿pero pueden?, ¿los dejan?, acá una llamado de atención para quienes proponen cambiar la Argentina, pero no se permiten ver la Argentina que desde años permanece oculta.
La compresión de una situación se construye la mayoría de las veces a partir de escuchar las voces y de
entender el lugar que estas ocupan. En los últimos meses, la palabra escuchar (junto con dialogar) se
pronunció constantemente en los discursos políticos en la Argentina ante la «acción corporativa»1 que enfrenta a los productores del campo y el poder ejecutivo nacional;
y a eso nos dedicamos, a escuchar, por eso el 25 de mayo de 2008 en la provincia de Salta escuchamos a la Presidenta y al Gobernador de la provincia pronunciar su discurso al cumplirse los 198 años de la «Revolución de Mayo de 1810», en el que ambos, con tintes de federalismo (mentiroso), llamaron a todos los sectores sociales (en el caso del gobernador Juan Manuel Urtubey con una gran enumeración) a colaborar en el crecimiento de la Nación.
Pero, a pesar de la intención de la Dra. Cristina Fernández de Kirchner de, según sus palabras, romper
las ataduras de la colonización, olvidaron de nombrar a los pueblos originarios, los que en principio soportaron no solo la masacre colonizadora, sino también, ya como país independiente, el ocultamiento
de ellos como habitantes del territorio nacional, acallando sus voces y enterrando sus culturas.
Lo sorprendente es que a menos de 300 kilómetros de Salta, la provincia con mayor cantidad de comunidades indígenas, está nuestro país hermano Bolivia cuyo presidente es un indígena Aimara, y
donde la reivindicación de los pueblos originarios forma parte de una de sus principales causas, pero lo aún más sorprendente es que las comunidades a las que hacemos referencia se dedican en su mayoría a
la producción agropecuaria y no solo forma parte de sus sustento económico y materia sino también parte
de su cultura enredada en la tierra, con un componente componente endógeno casi incomparable, situación que las pone como el otro no enfrentado en un conflicto donde todavía no se habla del campesino.
Ante las voces de hoy y las de ayer volvemos a aquella Colonialidad y a esa máscara donde solo existe lo que quieren que exista, y retraemos el tiempo a los silencios del pasado, pero ahora en el presente como negación del otro, pero una negación que no los enfrenta sino que los esconde, que no les deja ver la luz.
Ya ni siquiera podemos pensar en aquella división racial del trabajo que trajo la invasión a «América », sólo podemos invocar ese pensamiento eurocéntrico que denota un determinismo clásico entre lo que esta y lo que no puede estar, entre eso que conviene decir y mostrar de aquello que en verdad es significativo; porque cómo explicarían la expulsión de comunidades aborígenes para la venta de tierra fiscales a los pools sojeros, cómo hablarían de la falta de agua en un provincia vinícola como Salta, cómo revindicarían la educación pública que separa a las grandes ciudades de los pueblos del interior, de qué forma dirían que el indígena es campesino y forma parte del proceso productivo y no es parte de esos grandes oligarcas de los que hablan, es decir el campo es más de lo que dicen de él y es más de lo que las entidades agropecuarias quieren representar.
El tema es que no se puede decir, no se debe decir. Está claro, el conflicto del campo al que hicimos mención no deja de ser importante, pero también hay cuestiones que necesitan ser escuchadas y ocupar un diálogo en la construcción de un país mejor. Y acá no solo hablamos de comunidades indígenas, que en este caso nos sirven para ejemplificar, hablamos de aquellos que es preferible dejarlos afuera, hablamos del silenciamiento del otro, hablamos del ocultamiento de los distintos, hablamos de la necesidad de «descubrir» la cara del otro sin prejuicios ni alusiones racistas, sin intereses superpuestos más que el de ser ese país en serio del que nos vienen hablando hace cinco años.
* Miembro del Consejo de Redacción de la revista
Tesis 11; estudiante de Sociología; escritor.
Nota
1 Entendiendo «acción corporativa» como aquella protesta social que se declina en la disputa por intereses de un sector económico determinado.